Un día de todo
y de nada.
En un dialogo interior decidí por un día parecido a todos
mis días pero en un campo diferente, por eso me dirigí al asilo de mi pueblo,
estaba abarrotado de gente humilde, gente olvidada y característicamente viviendo en pobreza. Era
día de visita y a cual más, personas y asociaciones se disputaban a los
internos voluntarios para prodigarles cariño y presentes que recibían gustosos,
caí ala cuenta que tenían más afectos que yo. Degustamos lo que yo y otros
llevamos, comidas y bebidas propias para tal fin y aguas y refrescos, néctares y
jugos. Decidí, como algo especial, quedarme esa noche entre los menesterosos, quería
vivir de cerca esa experiencia. Todos recibieron con gusto mi petición. Una vez
que se marcharon los invitados y visitantes, me instale en una litera en el pabellón
único a disfrutar de una reunión informal que se veía con mas animo que todas
las tertulias que hubo durante el día, se advertía esa confianza que se da
cuando se esta estrictamente en familia. Se soltaron los ánimos al punto de las
verdades que conforme se abrían era aterrador. Como la viejecita que vi llorar
pidiendo protección a causa de las vejaciones que era objeto por parte de los
internos, la vi reir, provocar y hasta gozar que la tocaran y la manosearan,
incitando siempre a mas y mas…Alguien sugirió unos tragos, pero de
que.-Dijeron. Yo conservaba una botella de vino blanco. No, ellos tenían ocultas
cajas de whiskey, tequilas, oportos y coñacs…Mi botella no le intereso a nadie.
Bebimos a saciar, cantamos, bailamos y salió mas comida, era sin duda una gran
noche en que los menesterosos demostraron que de pobres solo tenían la ropa.
Algunos liaron cigarrillos de mariguana, otros tenían cocaína y la repartieron,
me dejaron anonadado. Los ánimos eran otros, se hablaban con confianza y se
notaba que no existía el secreto, como el hecho que uno de ellos en algún lugar
de la casa ocultaba un millón de dólares, situación que lo obligaba a
permanecer en el asilo, nadie, pero nadie estaba enfermo, todos, a cual más,
eran acróbata de menos. En mis, desplantes quise enseñar un secreto que
guardaba, sabía
que los dejaría sorprendidos cuando supieran que yo flotaba, invite a todos
a salir a campo abierto, hice mi pase de impulsarme y el otro pie lo doble como
siempre lo hago en mis sueños para salir al aire, con una mano tendida para la dirección
elegida. Lo logre, pensé al ver una gran mancha que rauda se alejaba, oh, qué
pena, no era yo,
eran todos los demás que volaban. Sentí una enorme vergüenza y comprendí que
existen habilidades que son posibles y que por factores ajenos no dominamos,
que enseñamos y damos y nos quedamos sin nada, que todos los días alguien tiene
lo que ocupamos y algunos sin tener lo dan todo por nada. Comprendí que si
alguna vez volé fue solo, sin tanto peso, que puedo hacerlo de nuevo pero sin
anticipar una palabra. Ahora que todos vuelan, que tienen todo aquello que yo
deseaba, que todos reciben aunque no necesiten nada estoy a la espera que por
inercia se reacomoden las cosas para aprender de nuevo a ver, callar y no pedir
nada. Por ahora pienso que esto
que escribo lo soñé o lo viví o nada, pero jamás lo vi tan real, sin
embargo, lo único que importa es que así será por siempre y se comprenderá cuando
ya no se pueda hacer nada.
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