Simplemente mujer - Radio Angulo
Simplemente mujer
Denis M. Reyes / denismrg@enet.cu / Viernes, 23 de Agosto de 2013 04:00
No por ser mujer ni tampoco feminista, sino por integrar la especie que cavila y actúa como aconseja el entendimiento, que cada vez con más fuerza me dice: ¿Por qué las diferencias entre el varón y la hembra? ¿Por qué aún se permite si solamente nos diferencia el sexo? Ciertamente en Cuba, y en buena parte del mundo, la mujer ha ido escalando hacia el lugar que las nivela con su par, el hombre, pero aún se dista de lo que debería ser.
Después del Primero de Enero de 1959, la mayoría de las mujeres cubanas -al menos las que comprendieron que en ello la iba su independencia- cambiaron la batea y el fogón por libros y lápices; y se prepararon para escalar hacia las Academias que la formarían como profesionales: maestras, enfermeras, ingenieras, médicos, científicas y técnicas en las diversos esferas de la sociedad.
Con la preparación adquirida, las féminas de la mayor de las Antillas dejaron de ser un ente pasivo para desempeñar un rol protagónico en la vida política, económica y social del país; y en pos del éxito en sus nuevas ocupaciones se unieron e integraron la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), organización fundada el 23 de agosto de 1960, que les permitiría apoyar las diferentes campañas nacionales, las defendería y las situaría en su justo pedestal.
Antes de la Revolución cubana, la mujer estaba frenada por las costumbres, los prejuicios, la religión y hasta las propias leyes que destinaban para estas el papel de objeto “decorativo” y de placer, adornadas con las enseñanzas propias para ser una perfecta señora de casa; esto, para las premiadas con la fortuna, porque para las otras quedaban solamente el delantal, la escoba y una buena cadera para cargar a sus hijos.
Pero este modelo no era una exclusividad de la mujer cubana, sino que lo compartían millones de féminas que aún hoy son excluidas en algunos empleos, o si son aceptadas, en mucho de los casos, su retribución es menor que la de los hombres, de la misma manera que siguen bajo el yugo de sus maridos.
Qué nos obliga a seguir permitiendo que nos releguen -reflexiono- a continuar bajando la cabeza, aguantando ofensas físicas o de palabras, obedeciendo ciegamente a cualquier mandato del varón… por qué la hembra siempre tendrá que estar dispuesta a complacer al hombre en el momento que éste estime, aún cuando esté extenuada por la doble, triple, enésima carga de trabajo cotidiano.
Lo expuesto demuestra que las féminas todavía son mancilladas por el único ser que debiera compartir con ellas las tareas y responsabilidades del hogar; pero peor es que estas –no todas, por suerte- tienen la mayor responsabilidad del látigo que se blande sobre ella.
En la antigüedad la mujer era, primero, propiedad del padre que prefijaba su destino hasta entregarla en matrimonio; y después pertenecería al esposo que igual, disponía de ella según su voluntad, pero ¡cuánto ha llovido desde entonces hasta la fecha! Incluso –según investigadores-se ha demostrado, científicamente, que la capacidad de almacenaje y de razonamiento de las féminas es superior a la de los varones.
No por casualidad la mujer simultánea perfectamente su importantísimo y privativo rol como madre, el de esposa, ama de casa, trabajadora, sus deberes como digna patriota, dirigente. Al par es capaz de cumplir con sus obligaciones de hija, pues no pocas, además, auxilian a sus mayores, lo que igual es responsabilidad de los hombres, pero, a veces, su colaboración se resume en: aquí tienes la mesada de los viejos; y otros, ni eso.
La especie humana, como ninguna otra, no podría prolongarse sin la participación de la mujer y el hombre, obvio; y no porque defienda la posición social de la primera, desconozco que tanto el uno como el otro, son igualmente importantes y dignos, solo que, es la hembra y no el varón, la que ha sido agraviada históricamente por los del “sexo fuerte”, como se suele decir al referirnos al hombre.
No soy feminista, simplemente una mujer que siente como suyo el dolor de las del género que aún hoy, en pleno siglo XXI, no han roto sus cadenas, o siguen sufriendo las injusticias sociales presentes desde el surgimiento de la humanidad.
Hombres, igual, los hay sabios –eso lo sabemos- sensitivos, justicieros, magnánimos, mas los cánones sociales que a lo largo de la existencia humana fueron equivocados para con las mal llamadas del “sexo débil”, cercenaron los sesos de algunos cuya mentalidad contrariamente a lo que debiera ser, no han evolucionado y continúan desconociendo que a la mujer y al hombre solamente los distingue su género. Son iguales y como tal han de compartir: la formación y el cuidado de la familia, el trabajo, las alegrías, las tristezas y el dolor.
Amiga, la diferencia la hacen ellos, pero la mayor responsable de ese orden social eres tú; entonces pues, defiéndete, despliega las alas y encontrarás la igualdad que mereces.
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