(4) Antonio Torres Rodríguez
Esta mañana en mi barrio, tratando de evadirme del circo mediático popular que supone la celebración de la Semana Santa en mi tierra. Toda Andalucía se convierte en un escenario callejero por donde procesan los tronos, pasos que representan una escena de la pasión de Cristo o la imagen de María o Jesús, o los dos juntos, de mil maneras y con mil nombres distintos. Hoy Domingo de Ramos comienza con la primera procesión, la llamada "Borriquita", representación de la triunfal entrada de Jesús de Nazaret en Jerusalén, montado sobre una burra. Es imposible caminar entre tanto gentío. Ríos de gente que se agolpan alrededor de la parroquia de donde comienza y termina, y durante todo el recorrido que abarca numerosas calles de la ciudad. Todo huele a incienso y el tronar de tambores y cornetas acompañando a cada Paso se hace insoportable, al menos para los que como yo no creemos ni soportamos esa doble moralidad que convierte la pasión en una fiesta lúdica donde se vende todo lo imaginable. Un negocio, otro más, en nombre de la religión. Todo eso en un país constitucionalmente aconfesional. Esto es un abuso, una injusticia, que los no creyentes y los que creen en otras religiones tenemos que soportar.

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