Condición de la mujer en la Independencia
Condición de la mujer en la Independencia
Diario de Xalapa
15 de septiembre de 2013
Olga Fernández Alejandre
Durante el siglo XVI surgió la forma en que se desarrollaría la vida de la mujer en la Colonia resaltando la sumisión al hombre, la predestinación al matrimonio, la permanencia en el hogar, el cuidado de los hijos, la conservación del recato y la virginidad, etcétera. La independencia no le permitió a la mujer ningún progreso; el único papel al que podía aspirar era custodiar la riqueza de su familia, la del linaje (sangre) y la religión, con la consiguiente pena de quedar fuera del núcleo familiar, o recluida en un convento. Tanto como la mujer, el indígena y el esclavo eran considerados seres inferiores y de poco entendimiento; estaban subordinados en calidad de objetos y sometidos a explotación, bajo el tutelaje varonil, debido a su misma naturaleza.
La independencia de México fue una etapa de muchos movimientos, tanto sociales, como económicos y políticos, en la que el sector femenino en ese tiempo tuvo mucha participación.
Francoise Carner afirma "que si bien la independencia constituyó una fractura política e ideológica para el país, en el ámbito de la vida femenina siguió centrada en gran medida en la vida familiar y el matrimonio; ni las normas ni las conductas ni la estructura social se rompió significativamente".
Sin embargo, durante la contienda se reveló ante la sociedad que la asfixiaba, hizo a un lado sus principios, las reglas de la decencia y las buenas costumbres imperantes en ese tiempo.
Muchas mujeres, a pesar del tiempo que les tocó vivir y estando bajo el dominio del padre, hermano o el esposo, se comprometieron de tal manera en la lucha independentista que dieron ejemplo de valor, y sin hacerles juicios, fueron fusiladas al ser descubiertas ayudando a los insurgentes. A otras se les dio el indulto debido al dinero y poder de sus familias.
El ingenio con que la mexicana contribuyó a la independencia de México nos llena de admiración, ya que superaron las costumbres aplicadas por el sistema patriarcal imperante.
Pero también dieron paso a valerosas acciones, en las cuales muchas perdieron la vida, incluso en el paredón. Otras fueron encarceladas y vejadas. Estas pobres mujeres llenas de valor vivieron un tiempo muy diferente al nuestro; en eso consiste la divergencia con nuestras antecesoras. En la actualidad nadie del sexo femenino estudia porque no quiere, pero en ese tiempo a nuestras congéneres no se les permitía estudiar; tan es así, que algunas sabían leer, pero no escribir, ya que vivían con una serie de reglas y observancias, sin que pudieran aspirar a otra clase de vida.
Después de la independencia y la revolución, podemos referirnos a varias mujeres que sin su valiosa ayuda no hubiera sido posible estos movimientos. Sin ir muy lejos, doña Josefa Ortiz de Domínguez ha sido clave y emblema para muchísimas mujeres, en su lucha por la igualdad de género. Además, se convirtió en un símbolo para alcanzar el sufragio para la mujer en los años cincuenta, sirviendo para que un grupo de mujeres tuvieran la oportunidad de intervenir en la vida pública y política de nuestro país.
Aparte de las mujeres ya conocidas, otras muchas fueron valientes y con deseos de igualdad en la batalla por la independencia, no tuvieron empacho en prostituirse, para convencer a los soldados realistas de pasarse a las filas insurgentes; una de ellas fue Carmen Camacho, quien se le acercaba a un soldado y lo invitaba a una taberna y luego lo llevaba a un mesón ofreciéndole que después de la contienda tendría una parcela. Así fue como muchos soldados convencidos por varias mujeres se pasaron a las filas insurgentes. Cuando se descubrió a Carmen Camacho, sin ningún juicio de por medio, fue fusilada. Incluso, algunos clérigos fueron convencidos por mujeres de predicar la rebelión. A esto ayudó también el vestuario femenino, ya que las enaguas largas y amponas permitían llevar armas y parque. Otras muchas sirvieron de correos, ya que existía una amplia red de espionaje entre las señoras y la servidumbre.
Las mujeres de la independencia se dividieron en dos grandes facciones: por un lado, las patriotas Marianas, y otras que resguardaban a la Virgen de los Remedios. Ana Iracheta de Mier formó la primera agrupación de estas mujeres que llegó a tener dos mil quinientas, entre madres, esposas, hijas y hermanas. Fue la primera asociación seglar de mujeres. Esto se dio con el ánimo de contrarrestar a las Defensoras Guadalupanas, ya que los estandartes de los insurrectos llevaban como imagen a la Virgen de Guadalupe. Estos dos bandos, algunas veces se enfrentaron en luchas callejeras para ver qué Virgen ganaba (está por demás decir que fue la Guadalupana).
Entre la propaganda de los rebeldes había una consigna, para incitar a la mujeres a la rebelión: "A la guerra, americanas, vamos con espadas crueles, a darle muerte a Callejas, y a ver al señor Morelos".
Estas mujeres osadas y atrevidas que nacieron con la idea de libertad estaban ávidas de un puesto digno dentro de esa sociedad. Y como siempre, la historia oficial ha soslayado la parte que le tocó a la mujer, en la guerra. Fuera de Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario, Gertrudis Bocanegra, la Güera Rodríguez, etcétera, el resto ha pasado desapercibido, pues no han tenido el reconocimiento a la enorme lucha por la libertad. Aunque de muchísimas no conocemos sus nombres, es nuestro deber dedicarles un homenaje. El grueso de ellas trascendió por su espíritu de sacrificio apoyando a sus familiares.
El escritor liberal, poeta y político Guillermo Prieto, con referencia a las mujeres, decía: "Que sepa coser, guisar, bordar, que sea religiosa pero que no desatienda por una novena un guiso, ¡el día que hable de política me divorcio!".
Después de la independencia el nuevo gobierno no permitió a la mujer votar, ni a que obtuviera cargos públicos. Además, presumían que aunque la mujer tuvo una gran relevancia dentro de la guerra de independencia, ésta no tuvo mayor consecuencia.
Un hecho innegable de estas valientes féminas fue que no esperaron pasivas a que terminara la lucha armada, sino que en su conjunto asumieron el compromiso de ofrecer asilo a diferentes personas, así como a sostener sus hogares, cuidaron a sus hijos, arrostrando grandes peligros, ante el riesgo de ser descubiertas por los realistas, ya que muchas eran familiares de los insurgentes. También tuvieron que hacer frente a las costumbres ancestrales de los roles de la mujer, y el paternalismo y machismo que imperaba en esa época. Esta lucha ayudó en el ámbito femenino a lograr a través de la historia un proceso de cambio, dejando la subordinación a una independencia personal en la toma de decisiones, y acceder a la vida política del país en el presente. Pero sobre todo, a la caída de formas patriarcales. Gracias también a ellas las mexicanas hemos forjado nuestros episodios nacionales.
titama43@hotmail.com
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