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jueves, 29 de agosto de 2013

Labores de mujer



Labores de mujer




Labores de mujer

Por ser mujer sabía que por cualquier cosa que deseara, debía luchar mucho, más que un varón, para conseguirla. Por ser mujer, supe que el mundo no siempre estaba a mi favor, que había de aprovechar cada minuto para lograr alcanzar lo que quería. También que el mundo prefería a los varones, quienes nos continúan gobernando. Si para una mujer conseguir lo que aspira es difícil, para el varón no lo es tanto, no importando la clase social a la que pertenezca, su esfuerzo para lograr lo que se propone es menor.





MARGARITA CARRERA

En mi época de juventud se acostumbraba decir que el único papel de la mujer era el de esposa y madre. Muchas han acatado tal propuesta, pero más de alguna, no la ha tomado en cuenta y se ha rebelado contra ella, haciendo que su vida sea gobernada por la libertad.

Por ser mujer, en mi época costaba mucho más seguir una carrera universitaria, por lo menos, a mediados del siglo pasado. En las diversas Facultades de la Usac —que era la única universidad que existía por aquel entonces— la mujer era víctima de múltiples menosprecios, sobre todo en la Facultad de Medicina. Por mi parte, en la Facultad de Humanidades no tuve mayor problema. Fui bien recibida. Entre mis catedráticos estaban el doctor Salvador Aguado y Flavio Herrera. Amigos muy queridos, los dos. Empecé a darme cuenta de que la profesión que más me atraía era la de escritora. Ya el Ministerio de Educación Pública había editado, en 1951, mi primer libro: Poemas Pequeños. Eso impresionó a mis catedráticos, quienes me pusieron atención y me impulsaron a seguir escribiendo. Flavio Herrera, el gran escritor, era uno de ellos. Como amigo, me invitaba a ir a su casa a leer poesía, al lado de otros estudiantes. Así me convertí, poco a poco, en escritora. Y, a veces, en escritora de denuncia.

Por ser mujer aprendí a combatir todo aquello que consideraba como perverso. La vida se me hizo bastante difícil y llena de obstáculos. Pero si antes me quejaba de todos los problemas que tenía que afrontar, ahora me doy cuenta que haberlos tenido fue de mucho beneficio. Los sufrimientos me fortalecieron y ayudaron a superarme. En vez de darse por vencida, toda mujer debe enfrentarse a grandes adversidades e injusticias y tratar de vencerlas. Porque esto, en lugar de disminuirla, la fortalece. La mujer tiene un sexto sentido que la hace descubrir ciertos misterios que la vida encierra.

Por ser mujer aprendí a escuchar, a veces, sin derecho a responder. Eso me ayudó a escribir. No me oyen, pero me leerán, me dije. Por ser mujer, me acostumbraron a ver como normal que solo los varones podían actuar en política y ser presidentes. Pero ya en Chile y en Argentina, entre otros Estados, han existido presidentas.

Aunque también por ser mujer, muchas féminas se identifican con la terrible Medea, a quien la iracundia gobernó al verse traicionada por su esposo Jasón. Así, enloqueciendo, fue capaz de darles muerte a sus dos hijos.

Por algo mi último poemario se llama Iracundiae Dea (Diosa de la Ira). He aquí el poema VI: “Oh rabia demoledora/ oh ira que te rescata íntegra/ oh silencio que aprieta el pecho/ oh amargura de donde a borbotones/ mana la sangre/ oh isla perdida en la nostalgia presente/ oh caverna del grito callado hacia adentro./ Oh sangre roja que se torna negra/ que no se borra sino con otra sangre y fuego/ oh Clitemnestra hecha de odio/ oh Medea fecundando el insomnio/ oh luz que solloza los perdidos ayeres/ oh zumbido del agua que cae al precipicio/ oh fiera de puntiaguda cola/ oh pétreas riberas del Flegetón/ oh Malebolge en medio del maligno campo/ oh estrecho sendero hacia el último foso/ oh diosas y dioses del singular castigo/ oh lectores de este poema puente de ira/ oh miserias de un ayer ignoto/ oh glorias y versos y cánticos futuros/ oh silencio que protege el alma/ oh sendero de vida y muerte/ oh divinidad que derrumba el muro/ oh peña abierta de tus entrañas/ oh madre tierra que los malvados infaman”.

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